Teresa,
en cuya frente el cielo empieza,
como el aroma en la sien de la flor.
Teresa, la del suave desamor
y el arroyuelo azul en la cabeza.
Teresa,
en espiral de ligereza,
y uva, y rosa, y trigo surtidor;
tu cuerpo es todo el río del amor
que nunca acaba de pasar. Teresa.
Niña
por quien el día se levanta,
por quien la noche se levanta y canta,
en pie sobre los sueños, su canción.
Teresa,
en fin, por quien ausente vivo,
por quien con mano enamorada escribo,
por quien de nuevo existe el corazón.