Por John Zamora
No es fácil hablar de Miura. Es un nombre que asusta, que inspira respeto, que encierra un mito, que camina hacia la leyenda. En el mundo taurino tal vez no haya cinco letras tan dicientes como M-i-u-r-a. Son toros temidos y temibles. Temidos por los toreros porque salen diciendo "ah, eres tú", como si te conocieran, como si supieran el calvario interno que lleva el hombre vestido de luces, con su agónico miedo encerrado en ese traje; porque te miran como el maestro de escuela que sabe que no hiciste la tarea; porque se mueven poseídos con un aire de suficiencia, como significando que ya saben quien va a ganar el duelo por la vida que se enfrascará en el ruedo; porque embisten sin que haya radar que detecte a tiempo un inesperado cambio de comportamiento; temidos sencillamente porque tienen el hierro de Miura. Y temibles por su aspecto. Son kilos y kilos de peligro latente, de imponente aspecto, astifinos, altos, cornalones, largos, agalgados, cuello largo y un hierro imborrable que es la patente de su encarnada historia.
La ganadería de Miura cumplió el 30 de abril pasado nada más y nada menos que 150 años de haber debutado en Madrid, eso fue en 1849.
En los ruedos del mundo taurino donde se ha lidiado se ha ido afianzando un mito, alimentado por la tragedia que ha acompañado a notables figuras que han caído bajo su sino. Quien tenga un conocimiento somero de los toros siempre responderá acertadamente cuál fue el toro que mató a Manolete: Islero, de la ganadería de Miura. No hace falta saber más. Si Manolete marcó toda una época y escribió con sangre una extensa página dorada de la tauromaquia, su muerte aún se comenta en frecuentes escritos y pasa de boca en boca aumentando ese eco de sombras y penumbras en que se ha convertido el mito de Miura.
¿Miuras en Cartagena?
De tal manera ha irrumpido el mito de los Miuras que su nombre se toma equivocadamente para designar a todo el ganado bravo ibérico. Recuerdo que en la febril adolescencia fue moda juvenil acudir a la Plaza de Toros Monumental Cartagena de Indias y ubicarse en el tendido del sol, pues se podía disfrutar de las botas llenas de manzanilla, whisky y cualquier otro licor que se quisiera agregar a tan poco ortodoxo brebaje. Las juventudes acudían más a "mamar gallo" y pasarla bien que a ver el comportamiento de los toros y la manera cómo los toreros resolvían la papeleta. Era fiesta, jolgorio, seguramente asociado al parrandón que se vive en los palcos de una corraleja. Y allí, en medio de tal bullicio, uno de tales espectadores, para mayor vergüenza amigo mío, dijo impunemente, sin que hasta ahora haya sido posible ponerle preso por tan resonante desafuero: "¡quee sueeelten a los miuraaaas!". De nada valió intentar decirle que por el hecho de tener cachos y pelo negro, el animal no necesariamente era un Miura, y que jamás en Cartagena se ha lidiado algo de esa ganadería, puesto que es propia de la Madre Patria.
-"Embusteeroo. Todo lo que salga al ruedo es miura y punto. Ya vas a venirme con vainas". La vaina quedó ahí.
La senda de Jocinero
Aunque no todo lo que salga al ruedo es Miura, todo Miura que salga al ruedo es de cuidado, de sumo cuidado. No olvidemos que parte de su leyenda está basada en la sangre que han hecho correr de aquellos que se han parado frente a ellos. Lo de Manolete fue en 1948, y ya parece un sonsonete repetir que era el quinto de la tarde en que también alternaban Gitanillo de Triana y Luis Miguel Dominguín, número 21, lidiado en la plaza de Linares (Jaén), que al entrar a matar le infirió una cornada en el triángulo de Scarpa, de la que moriría a la siguiente madrugada.
Fue "Jocinero" quien abrió el camino al mito trágico de los Miura en 1862 en Madrid, al quitarle la vida a un tío abuelo de Manolete, llamado José Dámaso Rodríguez y Rodríguez "Pepete", quien alternaba con Cayetano Sanz. Al auxiliar al picador Antonio Calderón que acababa de ser derribado de su montura, Pepete fue empitonado fatalmente, muriendo en la enfermería. Una copla en su honor dice: "Pepete salió a la plaza / como un toro valiente / por salvar un picador / el toro le dio muerte".
Encontramos en 1894 a "Perdigón", lidiado en Madrid por Manuel García "Espartero", quien al entrar a matar fue enganchado, volteado y despedido a una altura de dos metros, cayendo de espaldas sobre la nuca. Con una valentía impresionante, el torero se levantó, se armó nuevamente de espada y muleta e intentó darle muerte entrando por el lado contrario, siendo empitonado en el vientre y nuevamente corneado en el piso, hasta que llegaron las ayudas, que lograron alejar al animal, mientras el diestro era llevado a la enfermería, donde murió veinte minutos después.
También fue víctima fatal Domingo del Campo "Dominguín" por el toro "Receptor" o "Desertor" (no hay claridad en la crónicas), el 7 de octubre de 1900 en Barcelona; al salir de una vara se volvió intempestivamente y allí estaba Dominguín quien no tuvo tiempo de reaccionar, siendo herido en la ingle, muriendo a la 10 de la noche de aquel día en brazos de su banderillero.
Pero hay "asesinos" menos famosos, como "Agujeto", un berrendo en negro lidiado en San Lúcar de Barrameda en 1907, que hirió de muerte al novillero Faustino Posadas. También está "Pañolero", que estaba marcado con el número 26, cárdeno de capa y playero de cuerna, lidiado en Arlés (Francia) hace diez años, y que le proporcionó una voltereta impresionante al diestro galo Christian Montcouquiol "Nimeño II", fracturándole la tercera y cuarta vértebras cervicales, dejándole tetrapléjico. Dos años después, con una abrumación sicológica imborrable, Nimeño II se suicidó en Caiderac (Nimes).
En el mundo taurino, matar una corrida de Miura significa un gesto muy especial, tanto así que las llamadas "figuras" rehuyen enfrentar este reto, y por ello hay unos no tan figuras pero que necesitan notoriedad y se le miden a los Miuras. Uno de ellos es Domingo Valderrama, un menudo diestro sevillano, quien precisamente confirmó su alternativa con toros de Miura en Madrid en 1994, alternando José Antonio Campuzano y José Pedro Prados "El Fundi", otros actuales "especialistas" en Miura. Pues Valderrama, por muy especialista, salió directo a la enfermería por el último Miura que lidió en la recién concluida feria de Sevilla, con una gravísima cornada en el muslo. "Esta cornada me ha partido en dos física y moralmente: Los toros están para coger a los toreros, nosotros mismos lo sabemos, pero que te coja uno, como este de Miura a mí, al tercer capotazo, sin permitirte hacerte presente en la plaza, acaba con la moral del más templado".
La historia de la ganadería
En el mundo taurino se distinguen cinco grandes "familias" o castas de toros, de las cuales se derivan las ganaderías de bravo: Vazqueña, Jijona, Vistahermosa, Navarra y Cabrera. Esta última tiene como exponente auténtico a la ganadería de Miura.
El mito de los Miuras nació hace siglo y medio, por obra y gracia de un sombreero llamado Juan Miura Rodríguez, quien el 15 de mayo de 1842 compró 220 vacas a la familia Gil Herrera, procedentes de Gallardo. (La antigüedad de las ganaderías se toma de su fecha de presentación en plazas de primera categoría, como lo es Madrid, y no de la época de su fundación). Poco después de debutar en Madrid con dos toros, de divisa encarnada y negra, compra a José Luis Albareda 200 vacas y 168 machos, también provenientes de Gallardo.
Hemos anotado dos compras de ganado procedente de Gallardo, ¿pero entonces cómo afirmamos que lo de Miura es puro Cabrera?. Al promediar la segunda mitad del siglo XVII don Luis Antonio Cabrera funda una vacada en Utrera, probablemente de reses criadas en comunidades religiosas. Su hija Bárbara se casó con un primo segundo llamado José Rafael Cabrera Angulo, y bajo se dirección lograron gran renombre sus toros. Al morir, la vacada pasó a su tercera esposa, doña María Soledad Nuñez de Prado y Ayllón de Lara. Al morir la sucede su hermana Jerónima, quien en 1852 vende en dos partes: una a Ramón Romero Balmaceda y otra a Juan Miura Rodríguez, quien ya había comprado parte de esta vacada en 1850. Desde entonces la ganadería se ha mantenido dentro de la familia Miura, con algunos cruces con otras castas, pero manteniéndose la fuerte sanguineidad de Miura.
A don Juan Miura lo sucede su hijo Antonio, quien se estrena en Madrid en 1862 con la famosa muerte de Pepete. El 31 de marzo de 1893 fallece y le sucede su hermano Eduardo Miura Fernández, quien muere en 1917, siendo heredado por sus hijos Antonio y José. Ellos se anunciaban como "Hijos de Eduardo Miura", y en 1941 la ganadería pasó a manos de Eduardo Miura Fernández, hijo de Antonio y sobrino de José, quien ya murió. Actualmente la ganadería es llevada por los hermanos Antonio y Eduardo Miura, quien al comentar sobr la efemérides dice: "La verdad es que para nosotros es un año más, de todas formas sí es bueno y te da satisfacción saber el tiempo que lleva esta ganadería en manos de los Miura. Creo que somos los únicos que hemos llegado a esto. Lo de Murube es también muy antiguo, pero lo tuvo Urquijo hasta que volvió a la familia. Sin embargo, hay una ganadería que cumple 150 años la próxima temporada, que es la de Pérez de la Concha, que aún la llevan los herederos de la familia, aunque no se conozca mucho".
No todo es trágico
Pero resulta injusto referirse a la historia de Miura por su contenido trágico, desconociendo que en su historial hay excepcionales registros de toros que permitieron el triunfo de importantes figuras. Por ejemplo, Rafael González "Machaquito" en Madrid en 1911, con "Zapatero"; o el más grande torero del siglo como lo fue José Gómez El Gallo "Joselito" con "Galleguito" y "Capacho" en Sevilla, o Juan Belmonte en la misma Maestranza con "Lentejo" y "Rabicano".
Toreros como Antonio José Galán, Francisco Ruiz Miguel (dicen que mató un centenar de corridas de Miura), Santiago Martín "El Viti", Manolo Cortés, Ángel Teruel, Rafael Ortega, Pepe Limeño o Palomo Linares, para mencionar algunos, han tenido triunfos con los Miura, y ninguno conoció la muerte de parte de una "miurada". Por ejemplo, Tomás Campuzano logró un sonoro triunfo en 1988 en Bilbao, con el toro "Forrajero", al que le cortó las dos orejas y por su desempeño en la lidia mereció el honor de la vuelta al ruedo en el arrastre, y fue declarado el mejor toro de aquella feria.
Comprimiendo estas quince décadas podemos recordar a toros como Aguardientero, que en 1977 fue destacado como el mejor toro de la Feria de San Isidro, en Madrid, y ese mismo año en Pamplona se destacó Algabeño; Berberino armó la grande en 1907 en Madrid, al matar cinco caballos y cogió sin consecuencias graves a Mazzantini; Bonito, lidiado en Madrid en 1879, despachó a la enfermería a Juan Ruíz "Lagartija" y a Felipe García; Cabileño, con el que recibió la alternativa en 1942 en Madrid, Antonio Mejías "Bienvenida" de manos de su hermano José; Castellano, que en 1880 en Granada tomó la bobadita de 14 varas; Catalán, toro lidiado por Ricardo Torres "Bombita" y que recibió 9 varas y mató cinco caballos; Chocero, toro de la alternativa de José Sánchez del Campo "Cara Ancha", que en 1875 en Madrid, recibió siete puyazos y mató dos caballos; Corcito, que en Madrid en 1880 aguantó 15 varas, saltó al callejón y arrolló a un vendedor de naranjas; Cordón, que recibió 18 puyazos en 1874 en Madrid; Fortuna, lidiado en Pamplona en 1992, declarado el mejor toro de la feria; Gallereto, que el mismo año en Madrid recibió tal distinción; Gorrete, que en 1887 en Málaga golpeó e hirió a siete toreros; Gorrioncito, que en 1912 en Madrid fue de inigualable desempeño y por lo difícil de la brega causó la rotura del talón de Aquiles a Ricardo Torres "Bombita"; Grajito, tomó 17 varas en corrida celebrada en Madrid en 1863; Jaqueta, un toro que mató 10 caballos en las 36 varas que aguantó; Olivalero, fue un novillo que en 1991 se detacó como el mejor ejemplar en la feria de Barcelona; Pingorero fue el toro más destacado en Dax (Francia) en 1985; Voleto, que en 1904 en Santander entró once veces a los piqueros, derribó en nueve y mató cuatro caballos.
La puntilla
Si lidiar una corrida de Miura resulta todo un reto para un torero, ver una de ellas es una expectación ansiosa en el aficionado. Los empresarios de la Feria de Cali han entrado en contacto con los Miura para establecer la posibilidad de lidiar en la Sultana del Valle un encierro el próximo 31 de diciembre, para cerrar el milenio, o el 1º de enero para abrir el nuevo siglo. Si se logra, será histórico. Si no se logra, qué más da. La historia seguirá y el mito de los Miura se engrandecerá.